Lectura: Filipenses 3:1-16

El poeta Henry W. Longfellow está bien entrado en años y en su cabellera las canas habían aparecido abundantemente, sin embargo seguía siendo un hombre vigoroso. Cuando alguien le preguntó el secreto de su vitalidad Longfellow señalo a un manzano en flor y dijo: “Ese árbol es muy viejo, pero nunca he visto brotes más hermosos que los que tiene ahora. A ese árbol le sale madera nueva todos los años. Al igual que él, yo trato de que me salga un poquito de madera nueva todos los años.”

Ese es el diseño de Dios para sus hijos. Aunque los años hacen estrago en nuestros cuerpos, nuestras almas tienen la capacidad de renovarse eternamente. Por medio de las experiencias de la vida, las buenas actitudes muchas veces limitadas, pueden ampliarse y darnos un mayor entendimiento si las dejamos.

El apóstol Pablo halló su motivación para tener “madera nueva” en su relación con Cristo. Pablo anhelaba conocerlo cada día más, no en teoría, sino en realidad (Fil.3:8-10). Eso significaba leer (2 Tim. 4:13), renovar su mente (Rom.12:1-2), aceptar las pruebas de la vida como parte de lo bueno que Dios obraba continuamente en su vida (Rom.8:28), y mantener su confianza en Cristo (2 Tim.2:13).

Las Biblias desgastadas, la oración conforme a la voluntad de Dios y la confianza en Él en todas las circunstancias, son características de creyentes a quienes les sale “madera nueva” cotidianamente.

  1. ¿Tienes madera nueva apareciendo en tu vida?
  2. El continuo crecimiento en Cristo, viene de un profundo y progresivo conocimiento de Jesús.

NPD/DJD