Lectura: 2 Timoteo 1:1-7; 2:1-2

Siempre es grato oír el testimonio de una persona que tenga una relación con Jesús, especialmente escuchar sobre cómo fue ese encuentro personal con el Señor en el pasado, del momento cuando tomó la decisión de seguirle, y de cuál es el estado de su relación con Él en la actualidad.

Todas las personas que hemos confiado en el Señor como nuestro Salvador y Señor, tenemos una historia diferente que contar y nuestros relatos tienen algo en común, una persona tomó parte de su tiempo y vida para compartir la verdad de Cristo.  Esa persona puede tener diferentes rostros: un buen padre o madre que compartió sobre su fe, un amigo quien nos invitó a oír con respecto al maestro de Galilea, un maestro de iglesia que compartió la historia de Jesús, escritores que sacrificaron parte de su tiempo para escribir un libro basado en las verdades bíblicas, o un grupo de editorialistas que decidieron invertir su dinero en publicar Biblias.  El cuerpo de Cristo crece gracias a una cadena de personas llamadas discípulos de Jesús.

En nuestra lectura devocional leímos que Timoteo siguió a Jesús, gracias a la influencia de su mamá Eunice y abuela Loida (2 Timoteo 1:5).  Pablo le encargó tanto a Timoteo como a las generaciones futuras de discípulos lo siguiente: “…esto encarga a hombres fieles que sean idóneos para enseñar también a otros” (2 Timoteo 1:2).

Este es un principio aplicable a todos los creyentes, cada uno de nosotros recibió la verdad de alguien y ahora nosotros tenemos el privilegio de compartirla con otros.

  1. ¿Eres un eslabón de esa cadena viva de discípulos (seguidores de Jesús), que se extiende desde los días de nuestro Señor? Las buenas nuevas del evangelio son para compartir ¡Cumple tu misión!
  2. Si te es posible, agradécele esta semana a la persona que compartió contigo el mensaje de salvación.

HG/MD

“Lo que oíste de parte mía mediante muchos testigos, esto encarga a hombres fieles que sean idóneos para enseñar también a otros” 2 Timoteo 2:2