Lectura: 2 Corintios 5:1-10

Iniciaba el verano, cuando dos amigas de secundaria asistieron al campamento de verano que organizaba la iglesia de una de ellas.  El campamento había estado lleno de actividades deportivas, culturales, música y muy buenos tiempos de estudio bíblico.

Estaba llegando el final del campamento, cuando en una de esas noches llenas de charlas y poco dormir, la chica que no iba a la iglesia preguntó: “Sabes, no entiendo a los cristianos, tienen tanto miedo de morir.  Pero después de todo, según lo que he oído en estos días, cuando un creyente muere pasa a la presencia del Señor, ¿qué podría ser mejor que eso?”

En ocasiones los creyentes no valoran o en realidad no entienden, las implicaciones y bendiciones que se extienden frente a ellos al aceptar el regalo de salvación, entre ellas la certeza de que cuando mueren estarán en la presencia del Señor, tal como lo afirma el apóstol Pablo en 2 Corintios 5:6-9: “Así vivimos, confiando siempre y comprendiendo que durante nuestra estancia en el cuerpo peregrinamos ausentes del Señor. Porque andamos por fe, no por vista. Pues confiamos y consideramos mejor estar ausentes del cuerpo, y estar presentes delante del Señor. Por lo tanto, estemos presentes o ausentes, nuestro anhelo es serle agradables.”

Cuan maravillosas son estas palabras cuando en verdad las entendemos e interiorizamos en nuestro ser, pues esto nos impulsa a ser útiles y de bendición para otros, compartiendo las palabras de vida eterna que encontramos en su Palabra, debido al agradecimiento por una salvación tan inmerecida.

  1. Si tú también quieres que la muerte pierda el poder de atemorizarte, hoy mismo debes entregar tu vida al Señor; acepta su sacrificio sustitutivo y vive la paz que solo Dios te puede dar.
  2. Si haces espacio para Jesús en tu corazón, Dios estará para siempre contigo ¿Qué podría ser mejor que eso?

HG/MD

“Porque sabemos que si nuestra casa terrenal, esta tienda temporal, se deshace, tenemos un edificio de parte de Dios, una casa no hecha de manos, eterna en los cielos”  (2 Corintios 5:1).