Lectura: Juan 13:1-20

Tres años y medio antes, Jesús no era más que el buen hijo de un carpintero, quien al parecer llevaba una vida ordinaria cuando salió del anonimato y fue bautizado por Juan; en ese momento se escuchó una voz que provenía del cielo: “Tú eres mi Hijo amado; en ti tengo complacencia” (Lucas 3:22).

Algunas preguntas que nos podemos hacer son: ¿Qué había hecho Jesús para merecer tal alago? Aún no había predicado, ni había realizado alguna curación, no había hecho nada que se considerara extraordinario, como alimentar a más de 5000 personas o caminar sobre el agua ¿Qué había hecho en Nazaret durante esos 30 años de silencio, el cual sólo se había interrumpido por un par de eventos de su niñez y adolescencia?  Lo que sí se nos dice es algo simple pero que marcaría su vida: “Y Jesús crecía en sabiduría, en estatura y en gracia para con Dios y los hombres” (Lucas 2:52).

Esto nos debe hacer pensar en nuestras vidas, ¿qué estoy haciendo con mi vida? Quizás te estás limitando al pensar en tus restricciones y errores, en lugar de usar los dones que Dios te ha regalado para su servicio.  Detente, ora, estudia su Palabra y comparte con otros lo que has aprendido, así poco a poco crecerás y tu Señor te dirá que está complacido con tu progreso.

  1. Para crecer en gracia y sabiduría, Dios debe estar presente en tu vida.
  2. El servicio fructífero crece en el terreno de una adoración sincera.

HG/MD

“Y Jesús crecía en sabiduría, en estatura y en gracia para con Dios y los hombres” (Lucas 2:52) (Lucas 2:52).