Lectura: Mateo 14:15-21

Estos dos padres ejemplares a quienes llamaremos Tony y Alejandra, pasaron casi 20 años tratando de encontrar los mejores tratamientos a su alcance debido a que su hijo presentaba problemas mentales.   Probaron con educación diferenciada y enseñanza en el hogar, pero nada parecía funcionar como ellos esperaban, por supuesto, habían ignorado la sugerencia de un psiquiatra quien les había aconsejado llevar a su hijo a una institución y que lo abandonaran allí.

Finalmente estos padres decidieron crear un ambiente hogareño donde el joven pudiera recibir adiestramiento para trabajar, estar ocupado y a la vez divertirse un poco.  Pocos años después su visión se hizo realidad, y hoy día el espacio que una vez fue una habitación de su casa,  se ha convertido en un centro que recibe a más de 400 personas con capacidades diferentes al año.

¿Te has enfrentado con problemas que aparentemente son insuperables?  ¿Has sentido que Dios está a tu lado en medio de esas circunstancias?

Cuando los discípulos de Jesús le pidieron que despidiera a la multitud hambrienta, posiblemente para tratar de deshacerse de tantas personas y no tener que buscar comida para todos, además  del hecho de que humanamente era una misión casi imposible, el Señor les dijo: “No tienen necesidad de irse. Denles ustedes de comer” (Mateo 14:16).  Jesús sabía lo difícil que era la circunstancia, pero también entendía que aquella era una oportunidad para mostrarle a sus discípulos y a la muchedumbre, quien era Dios y sobre todo que sus discípulos comprendieran que ellos eran parte de la maravillosa solución.

  1. Aún hoy existen muchedumbres hambrientas, pero con un apetito que no se saciaría ni con el mejor de los banquetes. Estas personas tienen necesidad del pan (Juan 6:35) y agua (Juan 4:14) de vida que sólo se encuentran en el Señor. Tú también puedes ser parte de ese milagro llevando el evangelio a quien lo necesita.

 

  1. Los problemas son tan sólo oportunidades que nos permiten descubrir las soluciones de Dios.

HG/MD

“Yo soy el pan de vida. El que a mí viene nunca tendrá hambre, y el que en mí cree no tendrá sed jamás.” (Juan 6:35).