Lectura: Deuteronomio 6:1-19

Una joven ilusionada estaba preparándose para el gran día de su boda, y debido a ello de repente todos en la familia se vieron envueltos en el torbellino de preparativos previos a la celebración. Mientras su madre estaba corriendo de aquí para allá con su hija, el padre empezó a hacer cosas que comúnmente no haría, por ejemplo hacer compras que normalmente no haría, involucrarse en actividades que nunca le habían interesado tales como: decoraciones, pasteles, bocadillos, lugares, servicios de comida, entre otras muchas cosas.

En ese momento el padre empezó a meditar en todos los años de preparación que habían pasado para ese evento, veintidós en total, y entre los recuerdos alojados en su mente se fijaron dos en particular.

El primero fue que, justo al día siguiente, su pequeña, aquella niña de risos y sonrisas que le pedía dulces a cambio de portarse bien durante 5 minutos, que participó como mascota escolar del equipo de futbol en la escuela que él dirigía, que se había convertido en una aplicada jovencita quien había obtenido su diploma universitario y estaba  involucrada en ministerios de la iglesia local; estaría junto con su futuro marido lista para irse de casa.

Una segunda reflexión,  estaba motivada por la emoción de saber que hasta ese momento él y su esposa, habían cumplido con el compromiso que Dios les encomendó, al darles el regalo de ser padres.  Sabía que habían cumplido con la instrucción de aquella niña, según lo expresado en Isaías 54:13: “Todos tus hijos serán enseñados por el Señor, y grande será la paz de tus hijos”.  Sin embargo, también estaba consciente y agradecido con el Señor, ya que sólo Él fue capaz de abrir el corazón de su hija para que finalmente ella entendiera la necesidad de ser salva y que tan sólo el Espíritu Santo podía dirigirla por los caminos correctos.

Independientemente de la educación y buenos modales que le enseñemos a nuestros hijos, nada de eso importará: “sino críenlos en la disciplina y la instrucción del Señor” (Efesios 6:4).  Ya sea que estés preparando a tu hijo o hija para el jardín de infantes o para su boda, la base de instrucción siempre será la misma: la Biblia; sus enseñanzas le servirán para toda la vida.

  1. Instruye al niño(a) en su camino, pero asegúrate que tú caminas por él.

 

  1. Más que tiempo y dinero, tus hijos(as) requieren que inviertas en la enseñanza de valores espirituales que les servirán para el resto de sus vidas. Solamente de esta forma estarán mejor preparados para afrontar los grandes días.

HG/MD

“Por tanto, sean imitadores de Dios como hijos amados” (Efesios 5:1).