Lectura: Romanos 8:31-39

Grabadas en una lápida estaban las palabras que tocaron el corazón de autor Max Lucado. El epitafio no tenía la fecha de su nacimiento o la muerte. Incluía sólo su nombre, y los nombres de sus dos maridos, y esta melancolía mini-biografía:

Duerme, pero no descansa.
Amante, pero no amada.
Trató de agradar, pero no satisfizo.
Murió como vivió, sola.

Esas palabras se pueden aplicar a la vida de multitudes de personas infelices que se sienten solas y sin amor. Pueden tratar de extender la mano y hacer amigos, pero sus mejores esfuerzos a menudo resultar inútiles.

El Evangelio tiene un mensaje para cualquiera de nosotros que, al igual que la mujer, sienta que pertenecemos a esa legión frustrada de los que están solos y sin amor. La buena noticia es que tenemos un Amigo que se preocupó lo suficiente como para morir por nosotros como sustituto en la cruz. Se trata del Amigo que nos ama con un amor que no puede ser medir, es más unido que un hermano, y que nos entiende completamente. Ese amigo es Jesucristo.


1. ¿Le has pedido a Jesús que sea tu amigo?

2. Aunque las amistades humanas a veces puedan fallar, la amistad de Cristo siempre prevalecerá.

NPD/VCG