Lectura: Romanos 15:4-13

Los seguidores de Cristo son llamados a vivir una vida “de inclusión”.  A lo que me refiero es a que se nos instruye en la Palabra de Dios a que nos acerquemos a aquellos que podrían no ser aceptados por otros.  Pero nos acomodamos tanto con nuestros amigos de la iglesia que podemos pensar que eso es demasiado pedir.

En su libro “The Covenant Home Altar” (El altar doméstico del pacto)  Ericka Carney escribió: “Cuando era niña, mi madre se involucraba mucho en mis diferentes actividades.  Muchas veces me decía: “Cerciórate de que Heather se sienta incluida”, o “pídele a Julie que sea tu compañera”, o “invita a Kristen a sentarse contigo y tus amigas.”  A veces yo temía escuchar esas palabras.  ¿Y  si sólo quería estar con mis amigas?  ¿Por qué habría de preocuparme por otras personas?”

La madre de Ericka le estaba enseñando a obedecer el principio que enseña Romanos 15:7.  Hemos de dar la bienvenida y aceptar a otros que podrían no sentirse cómodos en nuestro grupo.

Algunas personas se excluyen porque son extrovertidas, o porque están enojadas, o a la defensiva, o podrían parecer extrañas o exigentes.  Pero esas cosas no deberían importar.  Hemos de recibir a nuestros hermanos en la fe, “como también Cristo nos recibió para gloria de Dios” (Romanos 15:7)

  1. Nos importan los demás, porque nosotros le importamos a Dios.
  1. Debemos poner de nuestra parte para acercarnos a esos que quienes la mayoría no quiere acercarse.

NPD/DCE