Lectura: Salmos 109:1-5,26-31

Se cuenta la historia de un estudiante universitario, al cual su compañero de cuarto le acusaba de haberle robado 100 dólares.  No le confrontó directamente, sino que extendió su mentira entre sus amigos y lo reportó a la oficina del decano. El incidente fue investigado a fondo, como debería haber sido hecho desde el inicio.

Este estudiante cuenta que esa fue la experiencia más indefensa que haya enfrentado.   Todo lo que pudo decir fue: “Yo no lo hice.”  Pero esas palabras parecieron huecas contra las acusaciones y los rumores.

Decía: “No sabía qué hacer.  Una parte de mi quería golpear con la verdad de mi compañero de cuarto. Otra parte quería ponerse en contacto con todos los que oyeron las mentiras de él y decirles que era inocente.”   Unos días después su compañero decidió admitir que había fingido el robo, para obtener dinero de sus padres para un equipo de música.

El rey David tuvo una experiencia similar. Alguien estaba haciendo terribles acusaciones contra él, lo que socava su posición y le causó mucho dolor (Salmo 109:2-4).

¿Qué hizo David?  ¿Él usó su autoridad contra el que había acusado de asesino? No, él oró y pidió a Dios que intercediera, y castigara al calumniador, y que se aclararan las cosas (vv. 4-29).

Cuando alguien propaga rumores falsos acerca de nosotros, podemos querer tomar represalias.

Pero, ¡cuánto mejor es responder a nuestros acusadores con el poder de la oración!

1. ¿Alguna vez has sido víctima de falsas acusaciones?   ¿Cómo puedes usted honrar a Cristo en tu respuesta ante esto?  ¿Qué principios puedes aplicar de Romanos 12:17-21?

2. Para detener un rumor, empieza por orar

NPD/DCE