Lectura: Lucas 2:1-7

Las palabras “no había lugar para ellos en el mesón” me recordaron un viaje que hice con mi esposa a Santiago de Chile hace algunos años.  Habíamos viajado toda la noche y por consejo de unos amigos no habíamos reservado por un hotel por la abundancia de estos en la ciudad, al llegar al aeropuerto la persona que nos recogió se sorprendió de nuestro error y nos dio a conocer que la ciudad estaba totalmente colmada por 3 mega actividades.  Mientras conducíamos por la ciudad, nuestras esperanzas se desvanecían y una y otra vez la respuesta era: “No hay habitaciones disponibles”.  Como esposo me sentía responsable por el bienestar de mi esposa, estaba frustrado y desalentado.  Al final luego de muchas horas terminamos durmiendo un par de horas en la recepción de un hotel.

Entonces pensé en María y José,  ¡cuánto peor debe haber sido para ellos cuando llegaron a Belén y no encontraron lugar!  Me imagino a José suplicando al dueño del mesón y explicándole la condición de María y su desesperada necesidad de encontrar un lugar donde pudiese dar a luz a su hijo.  Pero a pesar de todas sus suplicas: “no había lugar para ellos en el Mesón”.  Por lo tanto, cuando nació Jesús, María “lo envolvió en pañales, y lo acostó en un pesebre” (Lucas 2:7).

Hoy, más de 2000 años más tarde, millones de personas no tienen un lugar para Jesús.  Aunque participan con entusiasmo en las festividades de Navidad, lo mantienen fuera de sus vidas.  Y tienen un letrero invisible que dice: “No hay espacio disponible para Jesús”.

  1. Y tú, ¿Hay lugar en tu vida para Cristo o aun no? ¿Qué mejor época que esta temporada para rededicar tu vida a Él o recibirlo como Señor y Salvador de tu vida?
  1. Si a Cristo se le mantiene afuera es porque algo anda mal adentro.

NPD/RWD