Lectura: Salmos 3

¿Te tiemblan las piernas y se te seca la boca cuando piensas en hablarle a un incrédulo de Cristo?  Si es así, no eres el único.

Podemos vencer nuestro temor a la gente en la medida en que aprendamos a temer a Dios.  Eso es lo que yo llamo “la ley de la confianza”.  No es el único factor para desarrollar el valor, pero es el más importante.

Esta regla tiene poco sentido para aquellos que buscan seguridad únicamente en los refugios hechos por el hombre.  No obstante para aquellos que aman a Dios, por encima de todo, las palabras de Jesús acarrean fortaleza: “No teman a los que quieren matarles el cuerpo; no pueden tocar el alma. Teman solo a Dios, quien puede destruir tanto el alma como el cuerpo en el infierno”  (Mateo 10:28 – NTV).

Esta verdad disuelve el temor y da coraje a aquellos que la aceptan.  En lo profundo de su corazón se dan cuenta de que incluso si el Señor permite al enemigo destruir su vida física, lo que podremos perder es nuestra existencia física, con esto lo único que perderemos es aquello que ahora nos impide disfrutar de la presencia del Salvador en los cielos.

Piensa en ello cuando Dios te dé una oportunidad de hablar o de actuar en Su nombre.  Puede que al principio haya una lucha con el temor.  Pero una vez que veas tu vida segura en Dios, como hizo David en el Salmo 3, podrás dormir y renovar tus fuerzas.

  1. Si temes a Dios no tendrás que temer a nada más.

 

  1. Las oportunidades de compartir con una persona de Cristo en ocasiones se presentan como una ventana de oportunidad única en la vida, no tengas miedo, puede que esa sea la oportunidad que esa persona necesita. ¡Hazlo, comparte de Cristo con otros!

NPD/MRD