Lectura: 1 Juan 1:5-10

En redes sociales existen muchas publicaciones, posteos y vídeos, donde se nos dan consejos para solucionar situaciones de la vida cotidiana del hogar, por ejemplo: como quitar manchas de bolígrafo con glicerina, sobre el uso del agua caliente para quitar manchas de frutas de colores fuertes, o del vinagre para quitar las manchas de crayones en las paredes, y sobre las propiedades del jugo de limón contra las manchas provocadas por el óxido. No puedo dar fe de algunos de estos consejos, pero presumo que algo científico tendrán muchas de estas soluciones.

Sin embargo, ningún vídeo o posteo en estas páginas de consejos milagrosos para el hogar y otros ambientes, nos brinda una ayuda efectiva para lidiar con la peor y más grave de las manchas, la que deja el pecado en nuestra vida; esas manchas que dejan en nuestro ser las palabras hirientes, la mentira, el orgullo y otras acciones vergonzosas, que todos hemos provocado más de una vez en nuestra vida.

Las muchas lágrimas no quitan esa mancha, ni con buenas acciones conseguiremos borrar su resultado; en ocasiones pensamos que escondiéndolas y tratando de olvidarlas se quitarán de forma casi mágica, pero en el momento que menos lo esperamos vuelven a relucir dejando ver sus horribles marcas en nuestras vidas.

No obstante, no todo está perdido, la Biblia nos dice exactamente lo que necesitamos: “Pero si andamos en luz, como él está en luz, tenemos comunión unos con otros y la sangre de su Hijo Jesús nos limpia de todo pecado” (1 Juan 1:7).  Este es el único remedio para eliminar completamente las manchas del pecado en nuestra vida.

  1. El mejor de nuestros esfuerzos no logrará limpiar las manchas del pecado, sólo la sangre de Cristo puede limpiar nuestro ser completamente.
  2. Gracias Señor por tu perdón.

HG/MD

“Pero si andamos en luz, como él está en luz, tenemos comunión unos con otros y la sangre de su Hijo Jesús nos limpia de todo pecado” (1 Juan 1:7).