Lectura: Colosenses 1:3-12

Un artículo del periódico The Washington Post hablaba de una jovencita de 15 años que envió y recibió 6.473 mensajes de texto por teléfono móvil en un solo mes. Ella dice que, si no pudiera comunicarse constantemente con sus amigos, se moriría. Y no es la única. Investigadores afirman que los jóvenes estadounidenses envían y reciben un promedio de más de 2.200 mensajes de texto por mes.

A mí me parece que esta constante comunicación digital ilustra de manera notable lo que la oración podría y debería ser para todo seguidor de Cristo. Al parecer, Pablo estaba continuamente en actitud de oración por los demás: «Nosotros, […] no cesamos de orar por vosotros» (Colosenses 1:9). «Orando en todo tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu» (Efesios 6:18). «Orad sin cesar» (1 Tesalonicenses 5:17). Pero ¿cómo es posible hacer esto?

El misionero Frank Laubach describía su costumbre de «disparar» oraciones por las personas con las que se cruzaba durante el transcurso del día. En cierto modo, estaba «texteando» a Dios a favor de esas personas al permanecer en comunicación constante con el Padre. Laubach creía que la oración es la fuerza más poderosa del mundo, y decía: «Mi función, en este momento, es vivir conversando continuamente con Dios en mi interior y estar totalmente dispuesto a cumplir Su voluntad».

Ora sin cesar. Quizá lo que Pablo nos instó a hacer pueda llevase a cabo.

1. ¿Ya oraste en este día?  Es un buen momento para hacerlo, ¿por qué no apartas un par de minutos para hablar con Dios?

2. Si tomas el tiempo para mensajear o textear con alguién, ¿por qué no te tomas un segundo para orar por alguien?