Lectura: Efesios 2:1-10

El autor Phillip Yancey, en su libro “¿Qué es lo que asombra tanto de la gracia?” escribió lo siguiente: “El mundo tiene una sed de gracia en maneras que ni siquiera reconoce… No es sorpresa que el himno Sublime Gracia, haya estado entre las diez canciones favoritas, 200 años después de que se escribió”

Este himno fue escrito por John Newton, quien tiene una historia muy interesante, él había sido ateo y comerciante de esclavos; sin embargo, había algo dentro de él que no lo dejaba tranquilo, y no fue sino hasta que estuvo en medio de una gran tormenta que amenazaba con hundirlos, que pidió el auxilio y perdón de Dios; fue en ese momento cuando descubrió la gracia de Dios y nunca salió de su asombro.  Aun hoy la gente sigue cantando su himno: “Sublime gracia”.

Pero, ¿qué fue lo que cambió a este hombre?… Simplemente la gracia de Dios.  El apóstol Pablo resumió sus incontables virtudes, a las que llamó “superabundantes riquezas” (Ef.2:7), dijo además que la gracia es el amor de Dios derramado sobre las personas que no lo merecen (Ef.2:1), el instrumento escogido por Dios para dar salvación a todo aquel que crea en Él (Ef.2:8), la provisión dada por Dios para tener comunión con otros (Ef.2:5-6) y la fuente de donde mana la fuerza, que equipa al creyente para que pueda cumplir con sus propósitos (Ef.2:10).

Su gracia no es sólo asombrosamente rica, también es gratuita.  Yancey dice lo siguiente: “La gracia es gratuita únicamente porque el dador mismo ha pagado el precio”.

  1. Nos hemos beneficiado de la asombrosa gracia de Dios, hemos bebido gratuitamente de ella; tan sólo para que podamos dar gracia a otros que se encuentran sedientos.

 

  1. La gracia de Dios siempre será suficiente.

HG/MD

“Para mostrar en las edades venideras las superabundantes riquezas de su gracia, por su bondad hacia nosotros en Cristo Jesús.”  (Efesios 2:7).