Lectura: Hebreos 11:1-6

Era un caluroso día de verano y junto con unos amigos, disfrutábamos de los toboganes y deslizadores de un parque acuático.  Mientras esperábamos nuestro turno en la fila, escuchamos a alguien que preguntó a uno de los empleados del parque, “¿Usted sabe para qué tobogán es esta fila?”.  “Déjeme averiguar”, le dijo el empleado. Asimismo, le hizo la misma pregunta a una persona que estaba haciendo fila, quien le respondió: “No tampoco sé a dónde se dirige esta fila”.  Yo me reí ante su aparente ignorancia, pero luego caí en cuenta que nosotros tampoco sabíamos a donde se dirigía la fila.

Realmente, no importaba.  Ese era un día para estar entre amigos y lo estábamos pasando muy bien.  A dónde íbamos en verdad no era tan importante, lo que valía en ese momento era disfrutar  juntos aquellos buenos tiempos.

Al pensar en esta situación, podemos reflexionar sobre nuestra actitud hacia lo que a menudo llamamos “nuestro andar con el Señor”.   Muchas veces estamos demasiado preocupados por el lugar hacia donde nos dirigimos, y no nos detenemos a disfrutar de su presencia cada día.   Nuestro caminar de fe con Dios en esta tierra, es más bien un asunto de compañía, más que de llegar a un lugar en este mundo.

Lo que se nos dice de Enoc es muy breve, pero a su vez muy revelador. Génesis 5:22, nos dice que este hombre “caminó con Dios trecientos años”, para luego desaparecer de la tierra y entrar a la presencia del Señor sin ni siquiera experimentar la muerte (Heb.11:5).

  1. Ninguno de nosotros sabemos a dónde nos llevará el camino de la vida, pero podemos disfrutar del viaje si invitamos a Jesús a caminar con nosotros.

 

  1. Si estás caminando con Jesús, vas en la dirección correcta.

HG/MD

“Caminó, pues, Enoc con Dios y desapareció, porque Dios lo llevó consigo”  (Génesis 5:24).