Lectura: Romanos 6:1-14

Deshacerse de la mala hierba de nuestro jardín es una tarea constante, en especial cuando el suelo está duro y seco, ya que se resiste mucho a que la remuevan; pero cuando una lluvia generosa cae sobre la tierra sedienta, el suelo se ablanda y la mala hierba cede con mayor facilidad.  Otra cosa que he notado es que entre más joven la maleza, es más fácil de sacar.

A menudo los malos hábitos son también así, mientras más tiempo permanecen con nosotros más difíciles son de abandonar.  Si los desenterramos a tiempo y nuestro corazón es sensible al amor de Dios, tendremos más oportunidades de superar los problemas que enfrentamos.

En la epístola a los Romanos, Pablo nos habla reiteradamente sobre el amor de Dios y su sobreabundante gracia para con nosotros (Rom.5:20-21).  Estas verdades pueden ablandar el suelo de un corazón endurecido y seco.  Cuando entendemos que nuestro Señor murió en la cruz para liberarnos del dominio y poder del pecado sobre nosotros (Rom.6:1-14), podemos tener la fuerza interna para combatir los hábitos pecaminosos.

Un principio que debemos aprender, es que una fe pasiva no acabará con un mal hábito. Sin embargo, una fe fuerte y creciente nos ayudará a enfrentar los problemas, y hará que podamos sacar la mala hierba de nuestra vida. Será un proceso doloroso y seguramente lleno de tropiezos, seguidos de éxitos en las pequeñas batallas de la vida.

  1. De seguro tienes mala hierba que quitar, ¿qué harás con ella?

 

  1. Un mal hábito es como un sillón muy suave; fácil sentarse en él pero difícil dejarlo.

HG/MD

“No reine, pues, el pecado en su cuerpo mortal de modo que obedezcan a sus malos deseos” (Romanos 6:12)