Lectura: 2 Timoteo 4:1-8

Eran mediados de los años 70´s cuando Ed Roberts construyó la primera computadora personal (PC), que fue exitosa comercialmente a nivel mundial; la llamó: Altair 8800.  Él empleó a un joven de 19 años de apellido Gates, para que le diseñara el programa o software que hacía que la maquina funcionara.

Roberts vendió su negocio de computadoras en 1977 y compró una finca con el dinero obtenido; siete años después de ello a la edad de 41 años ingresó a la escuela de medicina.  Algunos años después de ello; Bill Gates, aquel muchacho a quien contrató Roberts, se convirtió en el presidente de Microsoft y por muchos años en el hombre más rico del mundo, mientras que Roberts se convirtió en el médico de una pequeña ciudad de Georgia hasta su muerte en el año 2010.

En una declaración Roberts dijo lo siguiente: “La implicación es que la PC es la cosa más importante que he hecho en mi vida, y no creo que ello sea verdad.  Todo el día lidio con cosas que son igualmente importantes, con mis pacientes”.

A menudo deberíamos evaluar la trascendencia o el efecto que tienen nuestras vidas.  Nuestro ser en lo  profundo grita, que existe algo más importante que el dinero y la fama.

Cuando estudiamos la vida tan complicada y llena de sufrimientos que vivió el apóstol Pablo, es probable que una persona quien no entiende la fe cristiana, concluya que fue una vida inútil, innecesariamente dolorosa y sin sentido.  Más para un creyente, quien tiene los ojos puestos en Jesús, fue una vida ejemplar y digna de imitar.   El mismo Pablo lo expresa de la siguiente manera en 2 Timoteo 4:7: “He peleado la buena batalla, he acabado la carrera; he guardado la fe”.  Pablo no tenía su mirada en el mundo, sino en su Señor “el Juez justo” (v.8).

  1. Analiza y medita sobre cuánto significado o cuánto sentido tiene tu vida. Si aún tienes dudas, puedes decirle a Dios que te muestre por medio de Su escritura lo que verdaderamente importa.

 

  1. La medida de una vida la determina quién gobierna el universo.

HG/MD

“Por lo demás, me está reservada la corona de justicia, la cual me dará el Señor, el Juez justo, en aquel día. Y no solo a mí sino también a todos los que han amado su venida.”  2 Timoteo 4:8.