Lectura: Génesis 37:23-36

Uno de los mandamientos más difíciles de Dios para nosotros es decir la verdad. Yo le he dicho muchas veces a mi hijo, que si él quiere que le confiemos un auto dentro de algunos años, debe cumplir ahora todas las responsabilidades que tiene que cumplir un adolescente, ser buen hijo, ser buen estudiante, ser un creyente listo para servir y ¡siempre tiene que decir la verdad!

La verdad, la honestidad y la confianza son la base de toda buena relación. Pero que otros confíen en nosotros es únicamente una razón por la cual es tan importante el mandamiento de Dios que dice: “Así que dejen de decir mentiras. Digamos siempre la verdad a todos porque nosotros somos miembros de un mismo cuerpo” (Efesios 4:25). Otra buena razón es que el Señor aborrece la mentira. Proverbios 6:19 la menciona como una de las siete cosas que Dios aborrece: “el testigo falso que respira mentiras y el que siembra discordia en una familia”. Y Juan 8:44 nos dice que Satanás es un mentiroso y padre de mentira.

Mentir puede ser muy fácil. Muchas veces parece la mejor manera de evitar un problema escabroso o de protegernos de los resultados de otras malas decisiones. Sin embargo, siempre al final saldrá el tiro por la culata. Es por eso cuando los hermanos de José mintieron cuando lo vendieron que como esclavo, pasaron el resto de su vida preocupándose por las consecuencias (Gén.37:31-33; 50:15).

  1. No mientas. Es un mandamiento difícil del Señor, pero es la mejor forma de agradarle y de ganar el respeto de los demás.
  2. La mentira puede cubrir TEMPORALMENTE una multitud de pecados, luego todo saldrá a la luz y pecado cobrará su amargo precio.

 

NPD/JDB