Lectura: Jeremías 18:1-11

Decía una misionera lo siguiente: “Cuando llegue a Cristo pensé que mi celo duraría toda la vida. Sin embargo, años después, en mi papel de misionera, esposa y madre, me había vuelto una persona muy irritable, resentida y llena de dudas. En aquel momento pensaba que puesto que había recibido al momento de mi conversión, las buenas nuevas de Cristo para los pecadores perdidos, me daba vergüenza desea más buenas nuevas.

Entonces leí Jeremías 18, y el Señor me mostró que Él aún tiene buenas nuevas para pecadores como yo. Nuestras vidas desordenadas, al igual que el barro que se ha echado a perder, puede ser moldeado de nuevo, si se colocan con humildad en las manos del Alfarero.

Años más tarde asistí a una conferencia para obreros creyentes donde un conocido maestro de la Biblia impartió varias charlas. Sus palabras me recordaron aquel nuevo comienzo: “No puedo probar esto con un versículo en particular, dijo, pero tengo una convicción apoyada por la Biblia completa, de que la gran misericordia de Dios para los no salvos, sólo queda superada por su misericordia hacia los salvados” En ese momento después de haber experimentado la misericordia de Dios por años, mi espíritu fue un testigo gozoso de esa verdad. Mi di cuenta de que la misericordia de Dios, ¡también es para los creyentes!”

  1. Llévale al Señor tus fracasos y recibe Su perdón ahora tan gratuitamente como cuando primeramente llegaste a Su presencia. Tu gran alfarero te sigue amando y anhela hacerte de nuevo.
  2. La obra de Dios en nosotros, no termina cuando recibimos a Cristo, es ahí donde comienza.

NPD/JY