Lectura: Hechos 1:1-8

La historia cuenta que el famoso violinista Fritz Kreisler (1875-1962), era una persona un tanto excéntrica en sus gustos y gastos; la mayoría de lo que ganó lo donó a la caridad.  No obstante, una vez en uno de sus innumerables viajes le prestaron un extraordinario violín para que tocara en una de sus funciones, intentó comprarlo pero el precio solicitado era muy alto y en ese momento no contaba con el dinero requerido.

Meses después, Fritz consiguió hacerse de un ahorro que le permitía acceder a aquel preciado instrumento, pero para su infortunio el violín había sido vendido a un coleccionista de antigüedades.  Decididamente fue en búsqueda de aquel hombre a quien le ofreció comprarle el violín.  El coleccionista sabía mucho de instrumentos musicales antiguos y para ese momento este violín se había convertido en la pieza central de su colección, y por lo tanto no quería venderlo.

Muy triste por aquella noticia, el músico le pidió que al menos le permitiera tocar una vez aquella bella pieza de artesanía musical antes que fuera encerrado en una fría casa de cristal, donde ya nunca más oirían resonar sus espléndidas notas.   El coleccionista le concedió el permiso y rápidamente la habitación se llenó de una música tan conmovedora que lo hizo recapacitar, y dijo: “No tengo el derecho de quedarme con este instrumento, llévelo al mundo para que las personas también puedan deleitarse al igual que yo”.

Para los pecadores salvos por la gracia de Dios, el evangelio es como la más bella armonía del cielo. No tenemos el derecho de quedárnoslo y no compartirlo.

  1. El Señor quiere que compartamos el mensaje de salvación con un mundo que necesita oírlo.
  2. ¿Alguien te habló de Jesús? ¿Le has hablado últimamente a alguien sobre Jesús y su maravilloso mensaje de Salvación?

HG/MD

“Y les dijo: “Vayan por todo el mundo y prediquen el evangelio a toda criatura.” (Marcos 16:15)