Lectura: Hechos 5:1-11

En medio del relato de inicio del libro de los Hechos, encontramos las historias de los primeros creyentes en Cristo adorando y compartiendo su fe,  hallamos un relato no muy alentador sobre una pareja deshonesta llamados: Ananías y Safira.

Tal como leímos, el relato inicia con la historia de otro creyente llamado Bernabé, quien voluntariamente y sin ningún tipo de interés, excepto el de ayudar a cubrir las necesidades de  su nueva familia, vende un terreno valioso, y dona esa ganancia.

Ahí es donde aparece Ananías, el cual al ver el ejemplo de Bernabé también vende una propiedad, y decide “desprenderse” de esa ganancia con el fin de ayudar a su nueva familia en Cristo. El gran problema de Ananías, es que tenía intenciones ocultas con esa donación; buscaba el aplauso y el reconocimiento sin el dolor del sacrificio al desprenderse de sus “ganancias”, razón por la cual tramó un plan con su esposa Safira, en el cual simularon entregar todo, mientras que en realidad dieron tan sólo una parte. La Biblia no especifica con cuánto se quedaron, aunque al hacerlo su destino ya estaba trazado.

Definitivamente recibieron la atención deseada: ¡Ambos cayeron muertos frente a todo el mundo!  Esta fue una gran lección para el pueblo de Dios; y Lucas, el escritor de los Hechos nos dice lo siguiente: “Y gran temor sobrevino a la iglesia entera y a todos los que oían de estas cosas.” (Hech.5:11).

Ananías y Safira murieron en el intento de engañar a la congregación, y nunca entendieron que también se estaban burlando de Dios. Esto fue un llamado de atención para aquellos primeros creyentes, de que vivir en comunidad demanda que vivamos con integridad. Es por ello que Dios, nos da esta lección de una forma tan cruda y drástica.

Cuando nos involucramos en una iglesia local, pasamos a formar parte de las vidas de otras personas, así que nuestro amor por ellas debería ser sin hipocresía.  Esto en realidad muestra a las personas que están fuera de una iglesia, que en realidad hay algo diferente en quienes la integran.

  1. Debemos tomar nuestra participación en la iglesia local, tan seriamente como se la toma Dios.

 

  1. Para mantener la armonía en la iglesia, Dios debe ser el centro de todos sus miembros.

HG/MD

“El amor sea sin fingimiento, aborreciendo lo malo y adhiriéndose a lo bueno” (Romanos 12:9).