Lectura: Salmos 31:1-24

Era el día de su boda y el novio estaba en problemas. Una tormenta había dejado casi 10 centímetros de lluvia en menos de 3 horas en Louisville, Kentucky. El novio se dirigía a la iglesia cuando su auto no pudo continuar debido a la altura del agua en una intersección y no lograba conseguir que su auto empezara de nuevo a funcionar.  Su desesperación iba en aumento, y en un momento llegó a agitar billetes de $50 a otros coches que pasaban a su lado que si conseguían pasar, esperando que alguien se detuviera y le ayudara a llegar. Finalmente y justo a tiempo un conductor se  detuvo y lo llevó sin costo al lugar a donde se celebraría la boda.

El novio llegó a la iglesia, empapado, sin zapatos, y llevando su smoking en una bolsa de plástico. Veinte minutos más tarde caminaba por el pasillo de la iglesia, con el cabello todavía mojado.

La experiencia de este novio nos debe hacer recordar la vida del rey David. En momentos de alarma, David se sentía como si los cielos se hubieran vuelto en su contra (Sal. 31:22).  Las circunstancias parecían estar fuera de control.  Se sentía invisible para los demás y tan olvidado como alguien que ya había muerto (v.12).  Sin embargo, sus horas más oscuras, invariablemente, se convirtieron en una ocasión para alabar a Dios (vv.19,23).  Una y otra vez, las pruebas de fe fueron seguidas por las pruebas de la presencia del Señor en su vida.

Como creyentes, nosotros también podemos esperar pruebas en nuestro camino al cielo. No obstante debemos tener confianza en la capacidad de Dios, para proveer exactamente lo que necesitamos justo a tiempo.

1. En los momentos de mayor lucha, cuando las olas furiosas nos golpeen, siempre podemos encontrar a nuestro Salvador, Cristo Jesús, el cual es refugio para nuestra alma.

2. El inicio de la liberación de Dios llega a menudo, cuando la hora de la prueba es más oscura.

NPD/MDH