Lectura: Salmos 103:1-5,22

Hace muchos años, una revista relató la historia de un joven con el nombre de Ben, que tenía la costumbre de quejarse. Se quejó de las condiciones meteorológicas, de su familia, de sus amigos, y se quejaba aun de las cosas más pequeñas que le molestaban.

Entonces, un día leyó esta rima: “Cuando en verdad tú hayas dado las gracias al Señor por todas las bendiciones enviadas, entonces tendrás muy poco tiempo para murmurar o lamentarte.” Se dio cuenta de que el espíritu de descontento le había hecho pasar por alto los dones que Dios constantemente le otorgaba.

Ben determinó que con la ayuda de Dios iba a librarse de este mal hábito. Así que cada vez que él se irritaba y empezaba a quejarse, se detenía y agradecía a Dios por todas las cosas buenas que él estaba disfrutando  y ¡funcionó!  Al centrar su atención en alabar, en lugar de poner mala cara, le resultó mucho más fácil evitar un estado de ánimo malhumorado.

Hoy en muchos lugares se celebra el Día de Acción de Gracias y pesar que se ha comercializado mucho la misma, aun podemos rescatar el espíritu de la festividad: “La acción de gracias sincera”.  Como creyentes debemos tener agradecimiento con Dios por todo lo que Él ha hecho por nosotros.  El agradecimiento y tener una actitud de gratitud deben ser características de todos los creyentes (Sal. 34:1; Ef. 5:20).

1. Todo en la vida tiene un matiz diferente cuando pasamos el tiempo contando nuestras bendiciones en vez de ventilar nuestras quejas. ¡Seamos agradecidos!

2. Hoy como todos los días, debe ser un buen ¡Día de Acción de Gracias!

Gracias Señor por Tu Amor inmerecido.  Amén

NPD/HGB