Lectura: Juan 15:1-14

Hace algunos años un profesor universitario escribió una carta abierta a los graduandos de su centro de estudio, mediante la cual les indicó que no tenían que aplicar todo lo aprendido en sus clases.  La razón por la cual les dijo eso, fue debido que en la escuela hacían un énfasis desmedido en la idea de que el éxito en el estudio, dependería de los resultados en sus exámenes, basándose en el rendimiento individual, más que en la importancia del trabajo en equipo y colaborativo.

Adicionalmente, el profesor les indicó que esto no sólo se aplica al estudio, sino que también tiene una aplicación real en los lugares de trabajo; ¡que les vaya bien, dependerá en gran manera de aprender a tejer una “red de relaciones”!.

Estos principios también son aplicables a la vida de cristiana. Muy a menudo tendemos a creer que la madurez y victoria en nuestra vida, serán el resultado tan sólo de cuánto conocemos intelectualmente sobre las verdades bíblicas.  No obstante, el Señor nos enseñó que además del mero conocimiento se necesita algo más, es necesario amarnos los unos a los otros de la misma manera en que Él nos amó, y que como creyentes podremos llegar a ese nivel en nuestras vidas, tan sólo si “permanecemos” en Él (Juan 15:7).  Esa es una verdad absoluta, que muestra el deber de permanecer cerca de nuestro Señor, hablar con Él y obedecer sus mandatos para nuestro tiempo (Juan 15:10).  Al hacer esto, nuestra red de relaciones crecerá y será importantísima para poder extendernos a otros con las verdades de salvación y de crecimiento espiritual.

  1.  El secreto del éxito espiritual no radica en adquirir tan sólo conocimiento individual, sino en cómo usemos ese conocimiento para que otros también conozcan a nuestro Señor.

 

  1. Un creyente que se acerca a otros, debe ser un ejemplo de lo que una vida transformada por Dios puede llegar a ser.

HG/MD

“Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas.” (2 Corintios 9:6)