Lectura: Salmos 32:1-11

Para la mayoría de padres, uno de los momentos más difíciles del año escolar es la primera reunión con las maestras(os) de sus hijos(as) y aún más terrible es escuchar la frase: “Tenemos algunos problemas con su hijo(a)”.

Dicho en otras palabras, ese hijo o hija de mirada tierna e inocente, quien nos dijo durante algún tiempo que no tenía ningún problema en la escuela, nos ha estado mintiendo y la verdad es que algo anda mal con sus estudios.

Gracias al Señor, la mayoría de muchachos(as) corrige su comportamiento luego de esta primera y terrible reunión con los maestros, en la cual se enfrentan a los hechos, y gracias a la ayuda de los padres empiezan a tomarse las cosas en serio, tal como debió ser desde el inicio.

En la vida espiritual sucede algo similar, ya que todos nos podemos beneficiar gracias a un nuevo comienzo.  En ocasiones nos volvemos como estos malos estudiantes y  nos relajamos en exceso olvidando responsabilidades, deberes y compromisos para con el Señor y nuestros semejantes.  Somos tentados y ciertamente existen momentos en los cuales nos desviamos tras las atracciones seductoras del mundo, olvidando quienes somos en Cristo y relegamos para más tarde nuestras conversaciones con Dios, la lectura de Su Palabra, congregarnos con otros y compartir nuestra fe con las personas que aún no han escuchado del amor de Dios.

Somos atraídos por acciones que hacen nuestros amigos, y que a primera vista parecen divertidas y satisfactorias; sin embargo, con el paso del tiempo tan sólo nos traerán sufrimiento y tristeza para nosotros y nuestros seres queridos.  Es entonces cuando nos damos cuenta que es necesario detenernos y comprometernos, a vivir vidas que agraden a nuestro Señor de una forma sincera.

  1. ¿Has tenido un mal comienzo o te has desviado? Todavía tienes tiempo para volver al camino correcto.

 

  1. Nunca es demasiado tarde, para aceptar que estamos en problemas y gracias a esto empezar de nuevo con Dios a tu lado.

HG/MD

“Muchos dolores tendrá el impío; pero la misericordia cercará al que espera en el Señor.” (Salmos 32:10).