Lectura: 1 Juan 4:7-16

“¡A veces el amor duele!” Decían unos padres que estaban expresando las dificultades y los dolores de cabeza que les producía guiar a sus hijos en los años de la adolescencia. “Tal vez si no los amasemos tanto, no sería tan difícil”, añadió el esposo.

A pesar de que el amor produce dolor y tristeza, ¿qué sería la vida sin él? En su libro titulado “The Four Loves” (Los Cuatro Amores), C.S. Lewis escribió:

“Amar es hacerse vulnerable. Si amas algo verás cómo se atormenta el corazón, y hasta es posible que te lo rompan. Si quieres cerciorarte de que permanezca intacto, no debes darle tu corazón a nadie, ni siquiera a un animal. Envuélvelo cuidadosamente en pasatiempos y pequeños lujos; evita todo enredo; asegúralo en el cofre o ataúd de tu egoísmo…El único lugar fuera del cielo donde puedes estar perfectamente a salvo de todos los peligros…del amor es: el infierno.”

Amor significa correr riesgos, exponer nuestros corazones. ¡A veces duele! A Cristo le dolió, pero Él siguió amando, incluso a costa de Su vida. Cristo nos ordenó: “…ámense unos a otros de la misma manera en que yo los he amado” (Juan 15:12).

Hemos de seguir amando a ese cónyuge, a ese adolescente, a ese vecino, a ese compañero de trabajo. Eso es ser semejante a Cristo, y es mejor que encerrar el corazón en un cofre de egocentrismo.

  1. Lo único que cuesta más que amar, es no amar.

 

  1. El amor verdadero es una decisión, así como Dios decidió amarnos, a pesar de que no lo merecíamos.

NPD/DCE