Lectura: Hechos 8:1-8

Saulo (Pablo) odiaba a los cristianos. Él hizo todo lo que pudo, para hacerle daño a la causa de Cristo, él fue el encargado de liderar una intensa persecución contra los primeros seguidores de Jesús.  Al huir de Jerusalén para escapar de la persecución,  como consecuencia proclamaron el Evangelio en todos los sitios donde fueron (Hechos 8:4). Esto hizo que la iglesia creciera más rápidamente, todo lo contrario a lo que pretendía Saulo.

Joseph Stalin no tenía intención de ayudar a la iglesia en Rusia durante su purga de disidentes políticos y religiosos.  Pero sí ayudó al enviar a los pastores y líderes cristianos a los campos de trabajo de Siberia. Desde Magadan, donde se bajaron de los barcos, los prisioneros fueron enviados en cuadrillas de trabajo a los bosques, a las minas y a las zonas remotas para limpiar la tierra, cavaron por mineral de vital importancia, e hicieron caminos a través de áreas remotas. Fue trabajo agotador al cual muchos no sobrevivieron.

Pero los creyentes no estaban en silencio. Ellos se unieron, y a medida que fueron enviados de un lugar a otro, y les enseñaron a los que se encontraban en su camino, dejando atrás nuevos grupos de creyentes.  En muchas comunidades de Siberia Oriental, existen muchas iglesias fuertes siguen en pie y grupos de creyentes dan testimonio de la fe y el valor de esos dedicados servidores.

1. Si Dios te ha enviado a un nuevo trabajo, vecindario o el medio ambiente, pregúntate: ¿A quién puedo atestiguar aquí?  ¿Vas a ser intrépido en tu testimonio, al compartir con los perdidos la maravillosa Palabra de Dios? ¿No te preguntes por qué estoy aquí, pregúntate qué puedo hacer aquí?

2. Una pequeña luz puede disipar una gran oscuridad.

NPD/DCE