Lectura: Salmos 31:1-16

Protección viene en muchas formas. El conejo se esconde en madriguera. El ciervo corre para adentrarse en lo profundo del pantano. El pequeño de 2 años de edad, corre hacia la pierna del pantalón de su papá. Un marino excava al amparo de la artillería de apoyo. Pero ¿qué hace un cristiano? ¿Dónde esconderse cuando estamos rodeados de peligro?

David lo sabía. Cuando escribió el Salmo 31, las cosas no iban bien para él. Estaba cansado, débil y herido. Su mente estaba angustiado. Su corazón estaba roto. Sus enemigos lo perseguían, y sus amigos le habían fallado. Él estaba en una posición vulnerable, pero no estaba indefenso. Él sabía que Dios es la mejor fuente de seguridad, y que una relación correcta con Él es la estrategia de defensa más sabia. Ahí es donde se encontró con su seguridad.

Al igual que un niño pequeño encuentra la confianza en los llamados hermanos mayores cuando se ven amenazados por un matón.   David invocó el nombre del Señor. Porque él estaba viviendo en comunión con él, se escondió en la seguridad de aquel que le había ayudado tantas veces antes, y que lo amaba con un amor inagotable.

1. ¿Somos tan rápidos para buscar esa misma seguridad?  En Dios sí, se puede confiar. Fue un escondite seguro para David, y a Él hay que aferrarse a para nuestra protección actual.

2. La seguridad no se encuentra en la ausencia de peligro, se encuentra en la presencia de Dios.

NPD/MDH