Lectura: 2 Corintios 4:7-18

Cada vez que vamos ya se al salón de belleza o a la barbería, debemos estar preparados, pues puede que al salir tengamos con un cambio radical en la forma en la cual nos vemos.

Cuando nos sentamos en la silla del barbero o en la silla del estilista, bajo esa capa impermeable incomoda y nada glamorosa, permitimos que alguien trabaje en nuestro cabello. En ocasiones se nos recomendará que nos hagamos un corte radical, otras veces se necesitarán tenazas, pinzas, soluciones decolorantes, y colorantes, secadoras, humedad, calor, tirones, cortes, gorras para el cabello, tijeras, geles, por eso en ocasiones nos preguntamos, “¿Por qué tenemos que pagarle a alguien para que nos hagan este tipo de cosas?” La respuesta es siempre la misma: Esperamos salir mucho mejor, de cómo entramos.

Esa es la forma en la que ocurre nuestro caminar cristiano.  Este mundo es el taller de Dios, donde Él hábilmente cambia nuestras vidas a través de pruebas de fe, para hacernos más como Cristo. A veces estamos horrorizados por cómo nos vemos y sentimos. Pablo, nos impulsa a no desanimarnos, y le llama a estas pruebas momentáneas como:“Pues nuestras dificultades actuales son pequeñas y no durarán mucho tiempo…” (2 Cor. 4:17).  El pasaje continua explicándonos los beneficios de estas dificultades:  “…Sin embargo, ¡nos producen una gloria que durará para siempre y que es de mucho más peso que las dificultades!”

Esta “gloria que durará para siempre” es la que nos da seguridad, pues nos da ánimo al saber que Dios está trabajando en nosotros para hacernos mejores creyentes.  Un día, cuando salgamos de este mundo y veamos a Cristo cara a cara, seremos semejantes a Él y reflejaremos Su belleza.

1. Por favor, sé paciente, Dios aun no ha terminado conmigo.

2. Dios está en control.

NPD/JY