Lectura: 1 Samuel 1:9-18

Algunas veces siento como si tuviera una mala relación… ¡conmigo misma! Siempre que Julie la escritora comienza un párrafo, Julie la editora la interrumpe. “No, no, no. No lo digas así. ¿Por qué eres siempre tan negativa?” o “¿Qué te hace pensar que tienes algo que decir que valga la pena?”

Antes de haber completado un solo pensamiento, otro ya lo ha destrozado. Este es un ritual muy debilitador. También es algo común en la condición humana.

A Satanás le encanta distraernos con la crítica, y trata de hacer que la usemos con otras personas así como también con nosotros mismos. Juzgamos prematuramente y tratamos de corregir a los demás antes de saber lo que están diciendo. Eso es lo que hizo Elí el sacerdote cuando Ana estaba clamando a Dios. Interrumpió la oración de ella y la acusó de estar borracha (1 S. 1:12-14).

Pero Dios nos permite desahogar nuestros corazones delante de Él con total honestidad (Sal. 62:8). De hecho, los Salmos indican que cuando expresamos nuestras dudas y temores, Dios los resuelve. Muchos salmos que comienzan en desesperación terminan en alabanza (22; 42; 60; 69; 73).

Cuando hay una encarnizada batalla librándose, desahoga tu alma delante del Señor (1 S. 1:15). Él puede darle sentido a lo que parece no tenerlo.

  1. ¿Buscas siempre punto negro en la hoja blanca? ¿Eres de los que ves el vaso medio vacío?   Es permitido que nos deprimamos o que nos sintamos molestos por ciertas situaciones que nos suceden en la vida, sin embargo no podemos quedarnos en modo de enojo toda la vida, tenemos un Dios que está presto a oír nuestros clamores, aunque nos siempre los contestará de la forma que esperamos o que deseáramos, ahí es donde interviene la fe y nuestra confianza en su poder y sabiduría.
  2. ¡Puedes quejarte, pero al final tiene que alabar!

NPD/JAL