Lectura: 1 Corintios 9:19-27

Spiridon Louis no es muy conocido en el mundo, pero sí en Grecia. Esto se debe a lo que sucedió en 1896, cuando los Juegos Olímpicos resurgieron en Atenas.

En las pruebas de aquel año, a los griegos les fue bastante bien, ya que fue la nación que ganó más medallas. Pero el evento que se convirtió en el verdadero orgullo de Grecia fue el primer maratón en la historia. En esta carrera, compitieron 17 atletas, en aquella ocasión de 40 kilómetros (24,8 millas), pero la ganó Louis, un simple obrero. Por sus logros, el rey y la nación lo honraron, y se convirtió en héroe nacional.

El apóstol Pablo utilizó el correr una carrera como ilustración para describir la vida cristiana. En 1 Corintios 9:24, no sólo nos desafió a correr, sino a hacerlo como para ganar. Dijo: «¿No sabéis que los que corren en el estadio, todos a la verdad corren, pero uno solo se lleva el premio? Corred de tal manera que lo obtengáis». Pablo no sólo enseñó esta verdad, sino que la puso en práctica en su propia vida. En su última epístola, declaró: «He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe» (2 Timoteo 4:7). Después de haber completado la carrera, el apóstol gozosamente anticipaba el momento de recibir la corona de victoria de manos del Rey del cielo.

1. Como Pablo, corre tu carrera terrenal para ganar y para agradar a tu Rey.

2. La carrera del creyente no es de velocidad; es un maratón. Corre tu carrera pensando en cada uno de tus pasos y obedeciendo a tu entrenador: Jesús.