Lectura: 1 Pedro 3:8-17

Un portero de la Universidad de Minnesota era un creyente devoto que deseaba para su hijo Bob depositara su confianza en Cristo. Bob recuerda a su padre con amor suplicándole: “¡Acepta a Jesús como tu Salvador!”

Bob, un ingeniero de buena educación, estaba conmovido pero le pidió a su padre que el diera algunas razones por las que debía confiar en Jesús. Su padre tenía poca educación y sólo pudo decirle con lágrimas, “Todo lo que sé es que Él es quien dice ser. Te amo y quiero que le conozcas”.

Un sincero y sencillo testimonio, de nuestra fe personal en Cristo puede ser un testimonio poderoso. Pero no necesitamos detenernos en ese punto, sin importar nuestra educación. Tenemos muy buenas razones para creer que Jesús es el Hijo de Dios.

Pedro le dijo a los creyentes que deben estar siempre listos para dar razón de su esperanza en Cristo (1 Ped. 3:15). Y en el libro de los Hechos leemos sobre el testimonio el poder del Espíritu a través de las vidas Esteban y Pablo (Hch. 6; 9-10; 24:24-25; 26:24-28).

Lo que decimos debe estar vinculado al compromiso con Jesús como Señor, y para ello hay que tener una actitud humilde, la conciencia tranquila, y la buena conducta (1 Pedro 3:. 15-16). Al tener un comportamiento acorde con nuestras creencias, demostramos que confiamos en Dios, y Él a su vez puede hacer que la gente receptiva a una charla, pueda ver que tiene sentido creer en Cristo.

  1. Una buena vida, acompañada por buenas razones puede hacer que tengamos un poderoso testimonio.
  2. El testimonio sincero siempre más fuerte, ya convence a la mente y convence al corazón.

NPD/DDH