Lectura: Juan 11:1-27

A menudo un hombre terminaba sus correos de la siguiente forma: “Tu amigo que nunca morirá”.  Creía firme y sinceramente que su fe lo mantendría vivo hasta que Él volviera.  Basaba su fe en su interpretación de las siguientes palabras de Jesús: “Y todo aquel que vive y cree en mí no morirá…” (Juan 11:26).  Por supuesto, como todos, con el tiempo murió.  Si era verdadera su fe, de seguro estará descansando con su Creador y ahora sabe que su interpretación del versículo fue incorrecto.

En el contexto de este versículo, Jesús compartió una lección sobre los tipos de muerte que todos los seres humanos enfrentamos:

  • La muerte física, que es la separación del alma-espíritu del cuerpo físico.
  • La muerte espiritual, que es la separación eterna de Dios.

La muerte espiritual, es la que se aplica a todo ser vivo que ha existido en este mundo.  Tal como lo afirma Efesios 2:1, “En cuanto a ustedes, estaban muertos en sus delitos y pecados”.  Más cuando depositamos nuestra fe en la muerte sustitutiva de Jesús por nosotros, el Señor indica que como consecuencia de ello: “… les digo que el que oye mi palabra y cree al que me envió tiene vida eterna. El tal no viene a condenación sino que ha pasado de muerte a vida” (Juan 5:24).  Cuando un creyente muere, esa relación espiritual con el Señor continúa sin pausa, aunque físicamente esté muerto.

Así que los que hemos confiado nuestra salvación a Jesús, podemos descansar en el hecho de que nunca experimentaremos una separación eterna de Dios, sólo si entendemos apropiadamente ese pasaje, podremos firmar nuestros correos o cartas con las palabras: “Tu amigo quien gracias al Señor nunca morirá espiritualmente”.

  1. Si has muerto dos veces, has nacido dos veces, ¡gracias a Dios! Si no entiendes esta frase, te invitamos a leer Juan 3:1-21.
  2. La única forma, en que podrías no morir físicamente, sería que el Señor regresara primero. (1 Tes.4:13-18)

HG/MD

“Y todo aquel que vive y cree en mí no morirá para siempre. ¿Crees esto?” (Juan 11:26)