Lectura: Job 2

Cuando un viejo siervo del Señor, se enteró de que tenía una enfermedad incurable llamada Creutzfeldt-Jakob, escribió las siguientes líneas: “¿Que hace un creyente cuando un médico le ha dicho que su enfermedad le está destruyendo el cerebro, y que toda su personalidad puede ser alterada?… Después de 48 horas de examinarme a mí mismo, concluí que a la larga, el creyente siempre tiene que ver la vida como un regalo de Dios,… y puesto que no es suya, no la puede destruir”.

Aquel hombre decidió que el suicidio no era una opción debido a su profunda fe en el Creador que le conoció y le amó antes de que fuese formado en el vientre de su madre. Sin embargo, sí le pidió a Dios que se lo llevara rápidamente. Dios honró la petición de aquel viejo siervo suyo y al poco tiempo fue estar con su Salvador, aunque debemos aclarar que la voluntad de Dios pudo haber sido que viviera más tiempo, debemos aceptar la perfecta voluntad, como fue el caso de Job.

Job enfrentó una situación similar. Aunque fue afligido con una enfermedad dolorosa y de aspecto desagradable y perdió todo lo que tenía. Job confiaba a Dios lo suficiente como para rechazar la sugerencia de su esposa, quien le dijo: “maldice a Dios y muérete” (Job 2:9). Por supuesto el consejo de su esposa fue el de una de una persona alejada de Dios y Su voluntad

En una época en que muchas personas influyentes promueven la muerte como salida a los más grandes dilemas, podemos aprender de Job y de aquel viejo siervo. Ellos sabían que la vida viene del Creador, y no nos corresponde a nosotros acabarla.

  1. Sin Cristo, no estamos preparados para morir; con Cristo, tenemos razones para vivir.
  1. Recuérdalo siempre, Dios sí te ama: “Pues Dios amó tanto al mundo que dio[b] a su único Hijo, para que todo el que crea en él no se pierda, sino que tenga vida eterna.” – Juan 3:16

NPD/HVL