Lectura: 1 Timoteo 5:8-16

El mundo de las abejas es muy interesante.  Una vez mientras miraba una colmena, pude observar un considerable número de abejas que zumbaban alrededor, entraban y salían del panal aparentemente sin ningún sentido ni objetivo.

Un amigo que se dedica a la cría de abejas, me contó que se tipo de abejas se llaman zánganos, son los machos, su tamaño es superior al de las obreras e incluso al de la reina.  Su única función en la vida es fertilizar a la reina y luego de esto morir.

Pasan su tiempo esperando el surgimiento de una nueva reina, visitando colmena tras colmena.  No recolectan miel, ni construyen panales, ni siquiera tienen la facultad de picar, lo que sí los caracteriza es que son muy ruidosos, son un espectáculo difícil de olvidar.

Por un tiempo, los zánganos son privilegiados; más cuando llega el otoño y la miel poco a poco empieza a escasear, las obreras toman una decisión instintiva, los que eran bienvenidos ahora son atacados y hasta llegan a matarlos; difícilmente alguno de ellos sobrevive al invierno.  Su tiempo acabó.

En la primera carta a Timoteo el apóstol Pablo advierte a los creyentes que tengan especial cuidado con las personas que son malas, que andan buscando problemas, se entrometen en las casas, y hablan de más (1 Timoteo 5:13).

  1. La casa de Dios debe ser una colmena de obreras, en lugar de un nido zánganos.
  2. Es un privilegio y honor el servir y trabajar para el Señor.

HG/MD

“Porque hemos oído que algunos andan desordenadamente entre ustedes, sin trabajar en nada sino entrometiéndose en lo ajeno” (2 Tesalonicenses 3:11)