Lectura: 2 Reyes 18:1-8

En muchas ocasiones tratamos de buscar algo bueno en las cosas incorrectas que hacemos y esto ocurre también en las iglesias.  Por ejemplo, nadie debería dudar del amor que un padre tiene por sus hijos.  Sin embargo, si alguno de ellos comete un error, digno de ser corregido, y hace todo lo posible para que su hijo no reciba castigo por el error, impide que el muchacho aprenda de esa situación lo cual es una equivocación mayor que la cometida por su hijo.  Otro ejemplo, puede ser el programa de una iglesia que  inició con el fin de ayudar y se desvía de su intención por celos, envidia o falta de sabiduría de sus encargados.

Cuando estas cosas suceden, es necesario que alguien quien tenga un corazón para Dios, tenga el valor y pida al Espíritu Santo Su dirección, para que con sabiduría confronte el problema y a las personas involucradas.

En la historia que leímos hoy, lo que fue algo bueno al inicio, terminó convirtiéndose en un gran error, ya que el pueblo de Judá terminó adorando una serpiente de bronce que les había servido como señal de Dios.  En los tiempos de Moisés, esta había representado el poder sanador de Dios, el cual recibían todos los que la miraban (Núm.21:5-9).

Sin embargo, para el tiempo de Ezequías, esta figura de bronce se había convertido en un objeto de adoración.  Es por ello que se necesitó valor, sabiduría y una clara comprensión del poder de Dios, para ordenar que destruyesen este objeto y restaurar la adoración correcta hacia Dios. “Quitó los lugares altos, rompió las piedras rituales, cortó los árboles rituales de Asera e hizo pedazos la serpiente de bronce que había hecho Moisés, porque hasta aquel entonces los hijos de Israel le quemaban incienso.” (2 Reyes 18:4).

  1. Cuando algo bueno se convierte en malo, se necesitan personas espiritualmente fuertes para enfrentar el problema. ¿Estás dispuesto a ser ese tipo de persona?

 

  1. Si no denunciamos el pecado, lo estamos alentando.

 

HG/MD

“Estén, pues, firmes en la libertad con que Cristo nos hizo libres, y no se pongan otra vez bajo el yugo de la esclavitud” (Gálatas 5:1)