Lectura: Colosenses 3:22-25

La mayoría de los cristianos no está involucrada en el ministerio profesional. No predican ni cantan, ni trabajan para alguna organización evangelística. Su tiempo entre domingos se pasa realizando trabajos que no parecen tener valor para la difusión del evangelio. Por lo tanto, puede que algunos creyentes se vean a sí mismos como discípulos de segunda clase.

Puede que esa haya sido la manera en que algunos miembros de la iglesia en Colosas se consideraran a sí mismos. Pablo se dirigió a un punto de vista erróneo del trabajo secular cuando escribió, “Siervos, obedeced en todo a vuestros amos en la tierra,… con sinceridad de corazón, temiendo al Señor” (Colosenses 3:22).

Veras, si se han de cumplir los propósitos de Dios en este mundo, necesitamos una sociedad estructurada con todas sus actividades indispensables. Las personas para las que trabajamos son siervos del Señor Jesucristo. Ya sea que lo sepan o no, nuestros empleadores están llevando a cabo los buenos propósitos de Dios. En tanto que la tarea asignada no sea pecaminosa, ni inmoral, cuando servimos a aquellos que nos gobiernan, estamos sirviendo al Señor.

Así que veamos nuestro trabajo diario -sea cual fuere- como una extensión de la obra de Dios en el mundo. Al hacerlo así, encontraremos que no hay mejor lugar donde difundir las buenas nuevas de la salvación que justo donde Dios nos ha colocado.

1. ¿Has compartido el evangelio este mes con alguien de tu trabajo, en el transporte público, en la calle o simplemente con una persona sentada en un parque recreativo?

2.  ¿Estás involucrado en al menos un ministerio de tu iglesia? ¿Qué esperas, preguntale a tus líderes locales?

NPD/VCG