Lectura: Filipenses 1:21-27

En una bella y cálida mañana de enero, un colega y yo estábamos tomando desayuno en una cafetería al aire libre en el Parque MacRitchie Reservoir en Singapur. Con un bello lago y jardines inmaculados a nuestro alrededor, el escenario era silencioso, tranquilo y encantador, y una ligera brisa soplaba por todo el agua.

En una mesa cercana, una joven estaba sentada en silencio leyendo su Biblia. Estaba absorta en el texto y ocasionalmente levantaba la vista para considerar lo que había leído. Nunca dijo palabra alguna, pero su corazón y sus prioridades nos eran visibles a todos en esa cafetería. Era un testimonio suave, positivo y silencioso.

Ella no estaba avergonzada de Cristo o de Su Libro. Tampoco predicó un sermón ni cantó ninguna canción. Estaba dispuesta a que se le identificara con el Salvador, pero no necesitaba anunciar su lealtad.

En nuestros intentos por compartir el mensaje de Jesús debemos finalmente usar palabras, porque en última instancia las palabras son necesarias para presentar el evangelio. Pero también podemos aprender del ejemplo de esta mujer. Hay momentos cuando el silencio de nuestras acciones diarias habla en voz alta, revelando nuestro amor por el Señor.

En nuestro deseo por compartir a Cristo con un mundo quebrantado, no ignoremos el poder de nuestro testimonio silencioso.

1. En estos meses vamos a estar compartiendo en Mi Devocional formas en las cuales compartir el evangelio de una forma creativa.  ¿Te gustaría intentar nuevas formas de presentar el evangelio?

2. Si es así, empieza orando para Dios te abra puertas para que puedas compartir con otros.  Pidamos al Señor de la Creación que nos dé CCE (Creatividad al Compartir el Evangelio)