Lectura: Marcos 11:12-24

A todos nos ha ocurrido, que en momentos difíciles de nuestra vida terminamos diciendo: “Cómo quisiera tener más fe y haber reaccionado diferente” o “Si pudiera tener más fe”.

Es en esos momentos cuando debemos recordar que lo más importante no es la cantidad de fe que tengamos, sino el objeto de nuestra fe.  Todos los días vivimos y experimentamos situaciones que ponen a prueba nuestra fe, por ejemplo cuando nos sentamos en una silla y confiamos en que nos va a sostener, o cuando abordamos un transporte público y tenemos la certeza de que nos llevará en la dirección que indican los rótulos informativos.  En estos ejemplos nuestra fe está puesta en la silla y en el rótulo informativo, no en la cantidad de fe que tenemos.

En el evangelio de Marcos 11:12-24, se nos relata que Jesús les enseñó a sus discípulos la importancia de tener fe en el objeto correcto.  El relato inicia cuando ellos escuchan a Jesús maldecir una higuera (v.14).  Pasado ese día, en horas de la mañana, Pedro dijo: Rabí, he aquí la higuera que maldijiste se ha secado” (v.21), inmediatamente “Jesús les dijo: Tengan fe en Dios” (v.22).  Con esto Él les estaba diciendo cuál era el objeto de fe, en este caso: Dios.  Jesús también los insta a orar teniendo su fe centrada en Dios.

Al pensar en esta situación, debemos preguntarnos si es correcto decir que una persona tiene una gran fe en Dios, con lo cual estaríamos afirmando que Dios está tan necesitado de nuestra atención, que debemos felicitar a las personas cuando confían en Él.  Lo que si debe ocurrir es que al conocerlo mejor, estemos más confiados y conscientes de nuestro maravilloso Dios.

  1. Debes conocer mejor a Dios. Entre más lo conozcas, será tan natural confiar en Él como confías en la silla en la que te sientas todos los días.
  2. Es mejor una fe pequeña en un Dios todopoderoso, que una gran fe en un dios falso.

HG/MD

““Jesús les dijo: Tengan fe en Dios” (Marcos 11:22)