Lectura: Salmos 30:1-5

Tenía tan sólo 13 años cuando la atraparon, esposaron y llevaron a la comisaría de policía, por robar unos adornos para el cabello que a lo sumo costaban un par de dólares.  La muchacha estaba aterrorizada, y entonces llegó el momento que no quería, tenía que llamar a sus padres.  Con muchísima pena les tuvo que explicar lo sucedido y entre sollozos y lágrimas, les dijo: “lo siento mucho”.  Su madre adolorida y apenada por lo sucedido le respondió: “Un lo siento, no es suficiente, estamos muy decepcionados por lo que hiciste”.

Luego de lo que le pareció una eternidad, sus padres llegaron a recogerla para llevarla a casa.  Ella todavía tenía a flor de piel el remordimiento por el dolor que les había causado, estaba preparada para un largo sermón y un duro castigo; sin embargo, no recibió ninguno de los dos; su papá le dijo solamente: “No te voy a castigar.  Lo que hoy hiciste estuvo verdaderamente mal, pero creo que ya has sido castigada lo suficiente”.

De manera similar Dios se enfada con nuestro pecado, y ese enojo siempre será correcto, de hecho su castigo siempre será justo.  No obstante, la Palabra de Dios nos dice: “Porque su ira dura solo un momento pero su favor dura toda la vida…” (Salmos 30:5).  Cuando nos arrepentimos, Él nos perdona y no lo saca a relucir de nuevo (Jer.31:34; 1 Juan 1:9).

  1. ¿En alguna ocasión has sentido miedo o vergüenza de clamar a tu Padre Celestial y confesarle tu pecado? ¿O crees que Él está airado contigo aun cuando ya le has pedido perdón?  Si es así, necesitas leer nuevamente el Salmo 30:1-5, y creerlo.

 

  1. La ira de Dios es pasajera, pero su amor es eterno. Recuerda, Dios odia el pecado pero ama al pecador arrepentido.

HG/MD

“Porque su ira dura solo un momento pero su favor dura toda la vida. Por la noche dura el llanto pero al amanecer vendrá la alegría” (Salmos 30:5)