Lectura: Juan 7:37-53

Dos pescadores trazaron los rumbos y llevaron su barco mar adentro usando solamente brújulas. Navegaron por aguas profundas a unos 100 kilómetros de la costa, lugar donde esperaban tener una buena pesca.  Cuando llegaron, pusieron en marcha su medidor de profundidad y se dieron cuenta que no estaban en el lugar que esperaban.  Descubrieron que uno de ellos había dejado la linterna cerca de la brújula, por lo que el imán que llevaba adherido la había afectado.

De la misma forma en que el imán afectó la brújula, nuestros pecaminosos corazones pueden afectar nuestra manera de pensar y actuar.  Un ejemplo de esto lo podemos observar en los muchos compatriotas de Jesús que no lo aceptaron como el Mesías prometido (Juan 7:41-42).  El verdadero problema de esas personas fue el prejuicio que había en sus corazones.  Se oponían a Jesús debido que lo consideraban como una amenaza para su amada pero equivocada manera de vivir.  En lugar de hacer un examen sobre lo que decía Jesús en comparación con lo indicado en las Escrituras, lo habrían aceptado, pero en lugar de ello lo rechazaron y finalmente lo crucificaron.

Es una realidad que muchas veces también nos hemos engañado a nosotros mismos, es por ello que cada día, debemos pedir a Dios que nos revele las verdaderas motivaciones que nos mueven a hacer lo que hacemos, y que si están equivocadas nos ayude a corregir nuestro rumbo.

  1. Señor, guíanos a aguas seguras cuando equivocamos nuestro rumbo.

 

  1. Si deseas evitar el autoengaño, busca la dirección del Señor.

HG/MD

“Ve si hay en mí camino de perversidad y guíame por el camino eterno”  (Salmos 139:24).