Lectura: Romanos 2:17-24

¿Es mala hierba o es grama? ¿Está corta o está crecido el césped? ¿Está amarillo o luce color verde esmeralda?  Estas son las cosas en las que me fijo, cuando paso al lado del jardín de una compañía por la que normalmente camino al menos una vez a la semana.   Para crédito de quienes lo mantienen, el césped siempre luce impecable y no tiene mala hierba.  Aun en medio del seco verano, siempre se mantiene verde.

Existe una sencilla razón por la cual siempre tengo curiosidad de estos jardines, cuando transito al lado de sus oficinas, es  una empresa que se dedica a la venta de céspedes de alta calidad; algunos quizás podrían pensar que existe una buena razón para que de vez en cuando los descuiden, debido a la alta demanda de sus productos.  Por otro lado, quién confiaría en una empresa que no usa sus propios productos y los mantiene impecables.

En la historia bíblica, el pueblo del Señor pasó por situaciones similares.  A los creyentes siempre se les ha visto como referentes de su fe y de la forma en la cual se espera que actúe un hijo(a) de Dios.  No obstante, como señaló el apóstol Pablo, muchos que dicen ser creyentes, han dado un mal testimonio del Señor, “Porque como está escrito: El nombre de Dios es blasfemado por causa de ustedes entre los gentiles” (Romanos 2:24).

Hoy, los que decimos llamarnos creyentes, deberíamos marcar una diferencia tan fácil de apreciar, que los demás deberían notar la diferencia en nuestras prioridades y carácter.

  1. Las personas te van a mirar para comprobar si lo que afirmas con la boca, realmente refleja tu forma de vivir.

 

  1. Lo que practicamos demuestra lo que verdaderamente creemos.

HG/MD

“Solamente procuren que su conducta como ciudadanos sea digna del evangelio de Cristo, de manera que, sea que yo vaya a verlos o que esté ausente, oiga acerca de ustedes que están firmes en un mismo espíritu, combatiendo juntos y unánimes por la fe del evangelio” (Filipenses 1:27).