Lectura: Jeremías 18:1-10

En el libro de Jeremías se nos cuenta sobre cómo este profeta aprendió un atributo de Dios en la casa del alfarero (Jer.18:1-10).  El relato nos habla de un alfarero que estaba trabajando con su rueda, dándole forma a una vasija con sus manos; de repente algo salió mal, quizás por alguna impureza del material, o por un impulso mal realizado.  Pero esto no lo deprimió, no desechó la pieza que estaba formando, por el contrario, volvió a amasar la arcilla, y muy pronto lo que estaba defectuoso se convirtió en una maravillosa vasija funcional.

Esta es una hermosa ilustración sobre cómo trabaja el Señor en nuestras vidas.  Él continuamente está moldeando a los suyos, toma el material imperfecto del que estamos hechos y lo convierte en una nueva creación.

Existe otra característica en este atributo divino que se nos enseña muy bien en esta historia, y tiene que ver con el alfarero, quien debe estar dispuesto a meter las manos en el barro.  Dios está totalmente involucrado con su creación y por supuesto contigo.  Dios no está alejado, está muy cerca de tu vida, sus manos se entrelazan en tu camino. Él sabía que necesitabas ser rescatado de tus pecados, y fue por eso que envió a su Hijo, para dar su vida por ti (Juan 3:16; Tito 2:14).

Cuando aceptamos su perdón y nos arrepentimos de nuestra equivocada manera de vivir, Dios nos convierte en nuevas criaturas (2 Cor.5:17) y nos da forma con el fin de que cada día seamos más parecidos a Jesús (Rom.8:29).

  1. Dios es nuestro Alfarero, y cuando nos sometemos a sus manos creadoras, reflejamos su maravillosa creatividad.
  2. Dale tu vida a Dios, pues Él puede hacer con ella más que tú.

HG/MD

“Con todo, tenemos este tesoro en vasos de barro para que la excelencia del poder sea de Dios y no de nosotros” –  2 Corintios 4:7