Lectura: Salmos 84:5-12

Un amigo que ya cuenta con algunos almanaques sobre sus hombros, me contó un poco sobre su rutina mañanera, sale de su casa a las 5:30 a.m. a caminar por un sendero peatonal que está cerca de su casa, el cual consta de 1.5 kilómetros.

Me comentó que al inicio le era muy fácil perder la cuenta de cuantas vueltas había hecho, lo cual resolvió recogiendo cada día 5 pequeñas piedras que pone en su bolsillo, las cuales va descartando cada vez que completa una vuelta. Él se siente muy bien cuando tan sólo le queda una piedra en el bolsillo, esto lo motiva y le brinda la energía necesaria para terminar con ánimo su caminar diario.

Nuestro caminar por la vida suele ser muy parecido a esas caminatas diarias. Al inicio de nuestro andar tenemos todas las fuerzas de nuestro lado, pero conforme vamos caminando esas fuerzas comienzan a abandonarnos, es por ello que al final, cuando el cuerpo empieza a quebrantarse por el peso de los años, problemas y complicaciones propios de la vida, debemos recordar que tenemos una piedra adicional, la gracia que nos sostiene y nos lleva de “poder en poder”.  Finalmente, nos debe reconfortar la idea de que veremos a Dios (Salmos 84:7).

Nuestro Señor siempre nos brindará su gracia y gloria: la gracia para superar nuestro andar terrenal, y la gloria que nos espera cuando hayamos terminado nuestra carrera en este mundo (Salmos 84:11).

  1. ¿Necesitas de su gracia? Pídela al Señor.
  2. En la carrera de la vida es necesario terminar todo el recorrido, no lo olvides, el Señor quiere caminar a tu lado.

HG/MD

“¡Bienaventurado el hombre que tiene en ti sus fuerzas y en cuyo corazón están tus caminos!” (Salmos 84:5).