Lectura: Lamentaciones 3:19-32

En un viaje de estudios a las tierras de la Biblia, nuestro grupo de estudiantes acababa de pasar una noche de descanso en un hotel en Tiberias. Cuando desperté, me acerqué a mi ventana y miré la belleza del amanecer sobre el Mar de Galilea. Mientras pensaba de antemano en los lugares que visitaríamos ese día -los mismos lugares por donde Jesús había caminado dos mil años antes- me emocioné ante las oportunidades del día que había comenzado con el esplendor del amanecer.

Sin embargo, no tenemos que estar en Israel para quedar asombrados ante lo que Dios nos da cada día. Cada mañana de la vida nos ofrece nuevos desafíos y ricas bendiciones al caminar con Cristo. A pesar de los errores que puede que hayamos cometido ayer, las elecciones que lamentamos, y el dolor que hemos soportado, Dios tiene misericordia de nosotros. El amanecer nos recuerda Su fidelidad y el nuevo comienzo que trae cada día.

Tal vez fue el simple gozo de un bello amanecer lo que instó a Jeremías a escribir: «Que las misericordias del Señor jamás terminan, pues nunca fallan sus bondades; son nuevas cada mañana; ¡grande es tu fidelidad!» (Lam. 3:22-23).

  1. Cada nuevo día que el Señor nos da -ya sea en las tierras de la Biblia o en casa- es una expresión de Su fidelidad y ofrece oportunidades para vivir para Él.
  2. Agradece hoy, por las bendiciones que recibiste ayer sin merecerlo.

NPD/WEC