Lectura: Salmos 145:14-21

Un amigo me contó sobre una conversación que tuvo con un piloto de una avioneta que viaja frecuentemente desde y hacia el Aeropuerto Internacional de Miami.  Le preguntó si alguna vez había tenido problemas para despegar o aterrizar su avión pequeño en un aeropuerto dominado por los grandes aviones comerciales.  Su amigo le respondió “Puede que mi avión sea pequeño, pero tengo los mismos derechos, los mismos privilegios, por supuesto, las mismas obligaciones y responsabilidades, y el mismo acceso que tienen todos los usuarios certificados en ese aeropuerto, ya sean pequeños aviones como el mío o los grandes gigantes de la aviación”.

Podemos pensar en la siguiente aplicación espiritual: Todo creyente tiene el mismo acceso al trono de la gracia, por medio de la oración.  Sin importar que tenga muchos o muy pocos años en los caminos del Señor, o que sea alto, bajo, tenga o no dinero, e indiferentemente de la profesión u oficio.  Nadie recibe un trato preferencial, en lo que refiere a la oración.

En un mundo en el cual se le trata de dar siempre un trato preferencial al “famoso”, al “rico” o al “influyente”, es tranquilizador saber que todo hijo(a) de Dios tiene el mismo acceso al Padre Celestial, quien nos escucha con atención.  Es por ello que el salmista dijo con tanta propiedad lo siguiente: “Cercano está el Señor a todos los que le invocan, a todos los que le invocan de verdad” (Sal. 145:18).

  1. Gracias a la oración podemos acudir confiadamente a Dios, sabiendo que siempre estará ahí para escucharnos.

 

  1. La oración es la línea directa con Dios.

HG/MD

“Acerquémonos, pues, con confianza al trono de la gracia para que alcancemos misericordia y hallemos gracia para el oportuno socorro” (Hebreos 4:16).