Lectura: 2 Reyes 6:8-23

Era la hora de más ocupación en el metro de la ciudad, lo cual aprovecharon dos ladrones para hacer de las suyas. Se acercaron a un hombre que estaba sentado en una de las esquinas del vagón, tenía sus ojos cerrados y su cabeza se movía al ritmo de las vías, esperaron el movimiento de entrada y salida en una de las estaciones para tomar su bolso de trabajo.

En ese instante, todo el vagón se alborotó.  De repente dos personas que parecían no estar conscientes de la situación, saltaron sobre los hombres y  a ellos se les unió el presunto dormido. La presunta víctima era un señuelo, estos tres hombres eran policías, quienes arrestaron e hicieron pagar a los malhechores por su delito.  Estos policías encubiertos eran “invisibles”, pero les dieron a los ocupantes de este vagón del metro una protección inesperada.

En la lectura que hicimos hoy en  2 Reyes 6, repasamos una situación similar de protección.  De una forma mucho más dramática de lo que vivieron en aquellos pasajes del metro, para el siervo de Eliseo era ilógico que su amo estuviera así de tranquilo ante aquella situación, estaban sitiados por el ejército enemigo Sirio.  No fue sino hasta que Eliseo pidió a Dios que abriera los ojos de su sirviente: “El Señor abrió los ojos del criado, y este miró; y he aquí que el monte estaba lleno de gente de a caballo y carros de fuego, alrededor de Eliseo” (2 Reyes 6:17).  Dios los estaba protegiendo de una manera tan extraordinaria que no tenían nada de que temer; sin embargo el hombre no era capaz de ver.

Como sus hijos(as), podemos estar seguros de que el Señor cuidará de nosotros, y hará su voluntad en nuestras vidas.  Aunque la batalla parezca perdida, demasiado grande, y enfrentemos una derrota casi segura, aun así podemos confiar que el Señor hará su voluntad.

Lo que siempre será difícil, es aceptar que muchas veces creemos saber lo que es mejor para nosotros, más Dios puede tener otros planes, y con ello cambiar nuestra vida, en ocasiones de formas radicales.  Muchas veces podemos terminar enfrentando situaciones que probarán nuestra fe y es ahí cuando debemos recordar las palabras que Dios le dijo a Pablo en 2 Corintios 12:9: “…Bástate mi gracia, porque mi poder se perfecciona en la debilidad”. Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que habite en mí el poder de Cristo”

  1. Puede ser que enfrentemos situaciones que están más allá de nuestras fuerzas, pero nunca estarán más allá del alcance de los recursos de Dios.
  2. Debemos confiar en la gracia de Dios, ¡no estamos solos!

HG/MD

“Él le respondió: No tengas miedo, porque más son los que están con nosotros que los que están con ellos.” (2 Reyes 6:16).