Lectura: Mateo 6:1-18

Un amigo lleva siempre su Biblia con él no importa a donde vaya.  Algunos piensan que está tratando que la gente crea que es “superespiritual”; sin embargo, él dice que no lo hace con este fin, sino porque está consciente de lo terriblemente débil que es.  Ha caído varias veces, y ahora con la gracia de Dios está decidido a permanecer fiel a su Señor y Salvador;  piensa que llevando la Biblia consigo se acordará más rápidamente de sus advertencias y lo pensará dos veces antes de volver sobre sus antiguos pasos.

Si pensamos en Mateo 6:1-4, observamos que el Señor nos da algunas pistas sobre cómo se deben hacer las obras de caridad; Él fue muy claro al decir que es muy malo exhibir ante otros lo que de corazón hacemos por otras personas (v.2).  Sin embargo; al leer Mateo 5:14-16 nos encontramos con la directriz de dejar que otros vean la evidencia de nuestra fe.

La clave para entender esta aparente contradicción, radica en la motivación por la cual hacemos las cosas.  Si lo que hacemos es para dar luz a otros, para que por medio de nuestro testimonio lleguen a entender cuál es el plan de salvación para sus vidas, estaremos actuando de acuerdo con la voluntad de Dios; pero si lo que hacemos es para aparentar lo “buenos” o “afortunados” que somos, recibiendo con ello atención indebida, nuestra motivación es completamente incorrecta.

Quizás a mi amigo lo juzguen por llevar su Biblia a todos lados, pero sé que su motivación es hacer lo correcto.  A través de este simple acto, él está alertándonos sobre nuestra propia debilidad y nos muestra la necesidad de que la Palabra de Dios esté presente cada día en nuestras vidas; tal como lo dice Mateo 6:13: “Y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal. Porque tuyo es el reino, el poder y la gloria por todos los siglos. Amén”.

  1. Nuestras acciones de hoy deben reflejar nuestro deseo de agradar a Dios, y no el de impresionar a los demás.

 

  1. Muchas veces es posible hacer lo correcto, pero por las razones equivocadas.

HG/MD

“Pero tú, cuando ayunes, unge tu cabeza y lávate la cara, de modo que no muestres a los hombres que ayunas, sino a tu Padre que está en secreto. Y tu Padre que ve en secreto te recompensará.” (Mateo 6:17-18)