Lectura: Hebreos 12:1-3

Muchos creyentes casi han perdido el equilibrio espiritual al poner sus ojos en personas en lugar de fijarlos en el Señor Jesús.  Todos los ídolos humanos tienen pies de barro, y tarde o temprano pueden caer o pueden defraudarnos.

Hasta que nos demos cuenta de que nuestra atención debe centrase en Jesús, vamos a seguir tropezando y decepcionándonos a nosotros y los demás, y sobre todo al Señor.

John McNeil cuenta la historia de una joven águila se había criado en una bandada de pollos.  La imponente águila estaba fuera de lugar y nunca había aprendido a volar.  Un día un hombre pensó podía enseñarle a volar al igual que algunas aves les enseñan a volar a sus polluelos, por lo que intentó tirar hacia arriba en el aire.  Pero cada vez que el pájaro subía por los aires, su mirada estaba puesta hacia la tierra y caí al suelo.  Entonces tuvo una idea. Le levantó la cabeza al aguilucho, le dejó vislumbrar el sol brillante por encima de él.  Y con eso fue suficiente.  El águila sacudió sus alas.  Luego, levantando la cabeza con un chillido, saltó de su mano y comenzó a elevarse más y más alto hasta que se perdió de vista de cara al sol.

Aunque esta historia es ficticia, lo que sí es verdad es que muchos creyentes se encuentran en un estado similar.   Tienen sus ojos en las cosas de esta tierra y en otras personas, por lo tanto no vislumbrar su verdadero destino.  En cambio sí elevaran su mirada hacia el Hijo,  elevarían las alas de su Espíritu a los niveles más altos de madurez espiritual y bendición.

1. Para elevarse espiritualmente, mira hacia el Hijo.

2. ¿Por qué sigues mirando hacia abajo?

NPD/HGB