Lectura: Lucas 17:11-19

Luego de pasar un tiempo en Efraín, el Señor continúa su peregrinaje final y ahora se desplaza entre las fronteras de Samaría y Galilea (Perea), compartiendo el mensaje por las aldeas por las que pasaba.  En una de ellas se encuentra a un grupo de personas muy particulares, 10 enfermos que estaban contaminados con Lepra y a quienes se les obligaba a vivir en las afueras y a informar de su enfermedad a otros gritando: ¡inmundo, inmundo! (Levítico 13:45-46).

La lepra es una enfermedad contagiosa y muy vergonzosa por sus efectos destructores sobre los tejidos; producida principalmente por la bacteria Mycobacterium leprae fue descubierta en 1874 por el médico noruego Gerhard Armauer Hansen, debido a lo cual se la denomina bacilo de Hansen. Su cura definitiva fue encontrada hasta 1987 por el médico venezolano Jacinto Convit; existen casos reportados desde el 2000 a.C. y aún se continúan registrando casos.

Era un triste destino el que enfrentaban estos hombres que al ver a Jesús le suplican: ¡…ten compasión de nosotros!  El Señor al verlos les ordenó que fueran a presentarse donde los sacerdotes, pues según la ley este era el procedimiento correcto para certificar su limpieza (Lev.13:2-3).

Mientras iban de camino, su enfermedad desapareció, esto es muy particular pues su sanación no fue inmediata, sino progresiva, lo que dio tiempo para el propósito final de la sanidad. Lo que sucedió a continuación es la realidad que acontece con la mayoría de personas; al darse cuenta de su sanidad, se nos dice que tan sólo uno de ellos regresó a Jesús y ya no gritaba “inmundo, inmundo”, sino glorificaba a todo pulmón su agradecimiento para el Señor.  Cayendo en tierra daba gracias a Jesús, aunque era su “enemigo”, por tratarse de un samaritano.  El Señor le pregunta ¿eran 10 los que fueron sanados, pero donde están los otros 9, ningún otro regresó a glorificar a Dios, tan sólo un extranjero?

Esto ejemplifica la condición de Su pueblo Israel, que estaba enfermo de una enfermedad aún más grave que la lepra, estaban contagiados con la enfermedad mortal del pecado y la falta de gratitud era tan sólo uno de sus síntomas.

  1. Un desafío más para ti el día de hoy; ¡no pidas nada!, tan sólo agradece a Dios por Su amor inmerecido.

 

  1. Jesús es capaz de curar la peor enfermedad de la que todos estamos contagiados, se llama pecado y la cura la consiguió muriendo en una cruz y resucitando victorioso al tercer día.

MD/HG

Jesús: Diagnostica uno de los síntomas del pecado: falta de gratitud.  “¿No hubo ninguno que regresara a dar gloria a Dios, excepto este extranjero?” Lucas 17:18.

Este devocional forma parte del estudio anual cronológico de la vida de Jesús: La Vida de Jesús, el cual llega a ustedes en alianza con Sonlife Classic.